La verdad es que siempre me ha gustado comer y cocinar. Y como no podía ser de otro modo, mi madre era una gran cocinera, de aquellas de antaño, que hacían las cosas en su punto y sin más, con una naturalidad única. Sólo con el aroma desprendido de una cazuela sabía qué faltaba  y la magia salía de su mano.       Lo mínimo que se puede hacer cuando te gusta comer bien y diferente es seguir su camino y recordar lo bueno que nos dio.

Con los años buscas cosas nuevas para probar, pero siempre falta tiempo. Para mi desgracia, con una lesión medular y 9 intervenciones en poco más de dos años, tenía que encontrar una salida para tener la cabeza ocupada con algo diferente.   La válvula de escape fue la cocina: ayuda a gestionar el dolor, mientras nos concentramos el dolor baja, sube la autoestima al ver como disfrutan de tus elaboraciones y, entonces, algo te pide cosas diferentes y nuevas técnicas.

La suerte fue encontrar este curso de cocina, lleno de profesionales y de Chefs de primera línea en los fogones de la alta cocina internacional, con sus aportaciones únicas de manera sencilla. En su primer nivel lleno de magia, técnicas y respeto a los productos que se merecen, llegas a ver la importancia y el trato y la magia que se crea en un plato.                                                      Hoy en día, estoy haciendo un Máster también con ellos, que me ha llenado enteramente y me ha empujado a dar un salto impresionante en las elaboraciones y mis primeras creaciones propias.

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